Sensaciones de siete días

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Silencio nos regaló Pablo Aguado. Mudo Madrid, sin chistar, sin obligación de identidad pero obligado y espontáneo al mismo tiempo por un toreo breve y natural, como la vida.

Horas antes de comenzar la feria un sobresalto nos hizo pensar aún más en el significado de ser torero, sus inquietudes, triunfos y traumas. Antonio Ferrera rescatado de las aguas que se podrían haber llevado un trozo nuestro. Silencio y respeto para su recuperación, con más ganas que nunca de volver a tener al hombre y disfrutar al torero.

Silencio nos regaló Pablo Aguado. Mudo Madrid, sin chistar, sin obligación de identidad pero obligado y espontáneo al mismo tiempo por un toreo breve y natural, como la vida. Esta que se nos pasa tan rápida y nos mantiene por momentos tan lentos, en los que se ve muy fácil el milagro de poner a todos de acuerdo. Hasta los gorriones callaron porque seguramente ya son buenos aficionados. Gracias, Pablo, decía el titular. Y Madrid se quedó en silencio.

La variedad de capa debería ser asignatura obligatoria en este examen final de mayo-junio, en el que aprobaría Luis David, pero solo con un suficiente general ante el gran “Enviado” como catedrático exigente que se llevó sus apéndices puestos la misma tarde que Ginés Marín podrá enmarcar una oreja de ley en el salón ampliable si mantiene la línea.

Impropio de estos tiempos es expresar satisfacción por atascos de vehículos y gente. Agobio y estrés por no llegar tarde. Aumento de humo y ruido, bulla y runrún propio. Gloria bendita de lleno en Las Ventas, como el día del santo patrón con público festivo y ocasional tan necesario para la fiesta como el resto, aunque conceda premios gordos a pedreas, sobre todo cuando Perera juega con el comodín del fuenteymbro al citarle en largo para admirar galope franco a la mano aún a riesgo de que los toristas tomasen partido a favor del suyo y haciendo un homenaje a las rosquillas del santo toreando en redondo hasta cuajar las listas, mientras Finito y Urdiales ni siquiera pudieron ofrecer las tontas por distintos caminos, ausencia y firme presencia.

Perera tuvo el comodín y otros viven cómodos, aunque no es el caso del pelotón de jóvenes a los que no sirve cumplir con ganas, valor, voluntad y el resto de adjetivos que nunca les llevará a comer en platos de estrella Michelín, porque el público desea dejarse sorprender, como siempre, aunque cada vez sea más difícil. Ninguno de ellos ha estado mal, incluso bien con matices Román, Javier Cortés, Álvaro Lorenzo, David Galván, Juan Ortega e incluso el menos joven Rubén Pinar. Lástima que solo fuese ante media plaza el martes y jueves.

Tampoco se llenó el sábado para ver el arte del rejoneo, antes garantía de lleno y orejas, ahora solo lo segundo, cuando los caballos parecen tener el capote de nacimiento en su cuerpo y su montura les hace interpretar. Sergio Galán, que cuenta las puertas grandes como champions, casi consigue la novena, debiendo conformarse con una oreja igual que Andy Cartagena.

Y para terminar la primera semana de ilusión, o de pasión para los que ya vienen a la plaza cabreados de casa, el primer lunes al sol de la novillada donde ver la cantera en despegue o aterrizaje. Rafael González sale con el impulso de un trofeo de verdad.

En siete días se han vivido muchas sensaciones, más la próxima. Mientras, esta memoria selectiva envejecida no deja de traerme a la mente el toreo breve y natural. Gracias, Pablo.

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