Perera y Aperador, el toreo

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Perera espera de rodillas a Aperado

La vuelta al ruedo de “Aperador” y una oreja para Perera pueden dar idea equivocada. El toro la mereció, pero la faena fue de gran calado, solo unos pocos centímetros dieron argumento para negar la segunda. El Cid y Ureña encallaron en la encastada corrida.

Los seis de Santiago Domecq, cuatreños, bien presentados, cinco negros y un colorado arrojaron en báscula 549 kilos de promedio, dieron juegos distintos pero todos encastados. El segundo, “Aperador” Nº 31, delantero, con 579 kilos, el único no negro, fue un bravo y noble que se jugó en todos los tercios ganando la vuelta al ruedo. Los demás variaron desde la floja bondad hasta el mal genio y la rajada final como el 5º.

Miguel Ángel Perera, recibió con cuatro verónicas y dos medias no muy enjundiosas al segundo. Quizá eso le instó a gallear las chicuelinas para entregárselo con una revolera a Francisco Doblado que dosificó el palo. El quite de Ureña por gaoneras y fregolina se desangeló por una zancadilla y desarme intermedio. Hasta allí no pasaba nada. Incluso los dos primeros pares tampoco levantaron polvareda. Pero Curro Javier se volcó en el tercero y eso le bastó para saludar. La gente venía en buen rollo.

Brindis al público y de rodillas en el platillo del amplio ruedo, el de Puebla del Prior esperó el toro largamente. Hasta que la veloz arrancada fue cambiada dos veces por pecho y espalda, rematando con otro arriba por delante sin incorporarse, más una derecha y otro forzado ya de pie. La ovación y el pasodoble detonaron casi al tiempo. Cinco derechas, clavado al piso, traídas de lejos atrás, por lo bajo, templadas, lentas, rimadas, dibujadas en redondo con su abrochado remate, subieron los decibeles y las pulsaciones.

El toro humillaba, viajaba con son y volvía franco y bravío. Cinco más dos de pecho y el ayudado. Estaba sucediendo. El toreo, el torero y el toro, juntos. Parando, templando mandando, cargando la suerte y ligando. En los medios. Cinco naturales así, cuatro más y la muleta pisada de tan arrastrada como iba cayó de las manos. La banda se congeló como apenada. Pero la siguiente serie, formidable, con cambio de mano y media docena lujosa por la izquierda y el forzado la pusieron a tocar de nuevo. Otro haz de seis por derecha, con dos por alto y el ayudado antes del buen volapié y la estocada mortal, arriba, unos cuatro centímetros descentrada sí. Una batahola de gritos y pañuelos estalló.

Don Fernando Fernández Figueroa, también asomó el suyo. Pero uno, no más. La horda quería más y más. Entonces les mostró el azul de vuelta al ruedo al bravo. Y tampoco paraban. Exigían la segunda oreja, pero las milimétricas agrimensuras del palco cobraron caro cada centímetro. Por su lado, el público irritado les cobró a ellos la cositería con tamaña bronca, reanudada tras las clamorosas vueltas del maestro y el gran toro.

–De torero a torero –le dijo a su suegro “El Capea” y le tiró la montera. El quinto se había lanzado de largo al caballo de Ignacio Rodríguez y atacado con codicia las cuatro saltilleras, la revolera y la atropellada brionesa en el quite. Y también les puso las peras al cuarto a los banderilleros. Tanto, que Javier Ambel apenado, se negó a saludar la ovación y entonces la cogieron con Curro Javier que había lidiado bien con el capote y le hicieron desmonterarse. Todo ilusionaba. Tras los primeros pases por alto se revolvió buscando presa y de allí en adelante campeó ingobernado en la brega. Yendo a todo, agresivo, imponiendo, colándose y pidiendo autoridad. Sin hallarla, tomó hacia las tablas donde se atrincheró frustrado y enfrentó la muerte al hilo de la barrera.

El Cid, a quien se ovacionó de entrada, explicó en sus dos turnos porque la hora de partir ha llegado. Me duele decirlo porque le he admirado desde novillero, aquella tarde del 99 con el quinta “Olivero” en Las Ventas. Todo lo contrario. Pies inquietos, poco poder y sin su proverbial temple, miró pasar a su lado, como Pedro por su casa, los dos toros que le correspondieron, impartiéndoles a destajo pases y pases insubstanciales. Al uno, débil y carialto, le pinchó antes del fierrazo pasado, contrario, y al otro desmañado que le desarmó y obligó a un largo uno a uno; paseado y sudoroso, le asestó una estocada delantera y caída. En el primero le saludaron, en el segundo ya no, y además aplaudieron el arrastre por si quedaban dudas. Volverá para el adiós definitivo por San Miguel.

Paco Ureña, reapareciendo en esta plaza tras el grave percance ocular, fue recibido con inentendible frialdad. Quizá contagiado le dio también sin compasión al unipase zapatilleado toda la tarde. Brindó el quinto cariñosamente a El Cid. Al tercero que no se dejaba, le atizó un espadazo total. Ejecutó al sexto, con el que se alargó inmisericordemente, de un pinchazo y una media saliéndose. –No tiraba pa´delante sino pa´dentro –se disculpó.

Predominaron el trapío y la casta en diversas versiones lo cual enriqueció la corrida, pues el toreo es para eso. El ganadero por su lado, dijo al final –hubo de todo –Tuvo razón, hubo bueno y malo, como son los toros, como es la vida.

FICHA DEL FESTEJO
Sevilla. Jueves 9 de mayo de 2019. Plaza de la Maestranza. 9ª de Feria. Tres cuartos de aforo. Sol y viento fuerte. Seis toros de Santiago Domecq que debutaba, bien presentados, encastados y de juego dispar. El 2º “Aperador”, colorado, delantero, Nº 31 de 579 kilos se le dio vuelta al ruedo
El Cid, saludo y silencio.
Perera, oreja con petición de otra y saludo.
Ureña, saludo y silencio.

Incidencias: Saludó Curro Javier tras parear el 2º y por su lidia al 5º.

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