Inspirada faena del torero de Córdoba salpicada de perlas para el recuerdo en una tarde que empezó con una hora de retraso por el mal estado del ruedo; Varea y Cayetano cortan una oreja
Redacción: ZABALA DE LA SERNA – www.elmundo.es
Los clarines sonaron con 58 minutos de retraso. La escasa gente que poblaba los tendidos no entendía nada: el ruedo hacía ya media hora que había dejado de arreglarse. Los matadores y sus cuadrillas, la empresa y la autoridad parlamentaban si la cosa se daba. La presencia de las cámaras de Canal Toros y su aportación económica a unas taquillas agujereadas por la sustitución de Enrique Ponce y la posibilidad de devolución -en tromba por la lluvia- pesaría lo suyo. Como que la corrida fuera de la parte fuerte de la empresa, la casa Matilla. Se ve que salían las cuentas -de Ponce a Finito de Córdoba había un salto- frente a las reticencias de algunos. Imaginen la presión de la patronal. Por deducción y descarte, con Varea fuera de la habitación y más cabreado que un mono, quedaban Finito y Cayetano en las trincheras. Que conste que el arribafirmante es partidario siempre de la suspensión cuando el argumento del vil metal se impone al instinto de conservación de los toreros. Incluso al bienestar de los cuatro gatos dispuestos a todo. Y a la imagen proyectada de la fiesta y de una feria renacida que este domingo era un cementerio.
La arena parcheada ya no estaba tan mal. La razón asistía a Finito cuando argumentaba que debían haberse desenfangado ciertas zonas del ruedo antes de mezclarlas con serrín y arena de otro costal. Antes del ímprobo trabajo de los operarios -ovacionados como auténticos artistas-, la lona hecha de retales, como si hubieran desguazado varios invernaderos, había representado un espectáculo solo a la altura del herrumbroso estado de la plaza. La propiedad, repartida entre 120 accionistas, respeta la ruina de 1887 como si fueran los vestigios romanos de Gerasa. «Papá, papá, ¿por qué somos del siglo XIX?», preguntaba un niño al ver retirar los plásticos permeables en inmensas carretillas.
Dos horas después, Varea le soplaba al tercero de Matilla, versión García Jiménez, unos lances de son antiguo, cogido el capote muy abierto, cargada la suerte y la mano de fuera elevada. Un galleo abigarrado por Chicuelo y un asentado quite a la verónica. Una media superior. La diferencia entre Varea capotero y Varea muletero es abismal: el hueco que tapa el capote lo descubre la muleta. La ejecución es notable, pero el embroque se ausenta. Adquiere prestancia su trazo en el último tramo, pasada la jurisdicción. Al buen toro lo prendió por fuera siempre. El envoltorio de la faena de Varea, las últimas luces de un cambio de mano, una trincherilla y, sobre todo,el fulminante espadazo al encuentro le auparon con una oreja que pudieron ser dos por aclamación popular.
Llovía otra vez. El agua de la nostalgia bendecía a Finito de Córdoba. Un subidón pegaba el cuarto de García Jiménez sobre la escalonada corrida. Con el paso de los años y la ausencia, Juan Serrano se ha convertido en un clásico moderno. ¡Qué cosas más caras moldeó sobre la mansita clase! Cuando el toro se escanciaba como vino aterciopelado, el Fino, como le llaman, paladeaba un puñado de naturales de escándalo, los más acompasados de su obra, allí frente a la puerta de toriles, donde buscaba el toro la querencia y el torero los terrenos más secos. Como apertura dibujó un pase de la firma para pedirle autógrafos, y luego trincheras, trincherillas, un ayudado monumental que aún no se sabe si murió como kikiriquí en su muñeca, orfebrería al paso, el gusto andando. Y un circular invertido transmutado en un cambio de mano infinito. Y un pase de pecho oceánico a la hombrera contraria. Y..
En su toreo fundamental hay un punto mágico de categoría al embrocar y otro muy técnico que contrarresta en el final; hay un Fino cuando se deja ir y otro racional; hay un Fino que imprime compás y otro que saca el látigo a pasear. Los dos se entienden a la perfección. Las delicias esparcidas fueron gozosas. Ya es un clásico moderno, insisto. Tal es la vulgaridad reinante. Durante la faena extravió el sentido del tiempo, y puede que el orden, tan ensimismado, creando momentos perdidos como lágrimas en la lluvia. La espada se le fue contraria y atravesada, haciendo fea guardia. Descabelló y saludó una ovación como un dandi.
Poco más que contar. Que su espada había sido un sainete con el mal estilo del feo y poco presentable primero. Que la de Cayetano fue un cañón y le dio una oreja con un lindo bombón al que sólo le cuajó una serie de despaciosos naturales de los 20 pases extraordinarios que tenía. Y que volvió a taparse con el acero en la lidia (sic) del rajado quinto. Y que Varea quiso más que pudo con el último matilloso. Que rebajó del conjunto la nota de otros.
MATILLA / FINITO, CAYETANO Y VAREA
Plaza de Castellón. Domingo, 31 de marzo de 2019. Último de feria. Un tercio de entrada. Toros de Olga Jiménez (1º y 5º), Peña de Francia (2º) y García Jiménez, una escalera; notable el 3º; dulce y sin final el 2º; geniudo el 1º; mansito y con clase el 4º; rajado el 5º; sin humillar el 6º.
Finito de Córdoba, de negro y azabache. Bajonazo, dos pinchazos, sablazo, otros pinchazo y seis descabellos. Aviso (silencio). En el cuarto, estocada muy atravesada y contraria que hace guardia y tres descabellos. Aviso (saludos).
Cayetano, de azul turquesa y azabache. Gran espadazo (oreja). En el quinto, estocada (leve petición y saludos).
Varea, de azul marino y oro. Gran estocada al encuentro (oreja y fuerte petición). En el sexto, dos pinchazos, estocada corta atravesada que escupe y descabello (ovación de despedida).