Durante la pasada temporada bogotana, José Antonio Almanza me regaló un libro aun joven, lleno de viejos textos. Ninguno de los dos reside allá, viajamos a las corridas, entrada por salida, desde nuestras respectivas ciudades (Ibagué y Cali).
—No te lo llevo a la plaza por no cargarte. Va por correo —me advirtió. Lo recibí hace días.
“La crítica taurina – Antología” de Javier Villán (2006). Su introducción por sí sola justifica la obra. Visión panorámica sobre la historia de la especialidad. Desde Cervantes y Quevedo relatores de toros, hasta comienzos del presente siglo, largo hilo de vidas, hechos y firmas.
Documentado ensayo en casi medio centenar de páginas que disecciona el periodismo taurino español. Otros no. Su protagonismo histórico, aplicación política, evolución, luces y sombras. Sincero, directo, duro, testimonial.
De la revista, esa escueta relación notarial de suertes e incidencias iniciada por “Un Curioso” el jueves 20 de junio de 1793, en El Diario de Madrid, hastaDon Modesto quien el 15 de marzo de 1915 declaró, el primero, durante su conferencia en el Círculo de Bellas Artes que él no era revistero sino cronista, defendiendo al tiempo la subjetividad y la impresión personal.
Sin embargo, crítica taurina es el rótulo popular que ha denominado genérica e inexactamente al arte de contar corridas por escrito. Que, como forma peculiar de literatura, lo es (arte). Y así mismo se llama críticos a sus oficiantes. “La peligrosa fusión con la publicidad”, desvirtúa los dos títulos, pero no ha impedido su uso.
Crítica, supone a más de observación minuciosa, conocimiento, comunicación exacta, neutralidad y objetividad. Pero en tauromaquia la objetividad pura no existe como no existe la perfección. Es arte-rito, complejo, pasional, romántico, barroco, en el cual más allá de los principios éticos; que el toro sea toro, el torero torero, el toreo toreo, concurren las opiniones, los gustos, las valoraciones… hiperbólicas que han sido norma y hasta la venalidad. Muestra Villán.
Cierto, amén de otros factores, el fenómeno de masa, la emoción, el afecto, el interés influyen en la sensibilidad, el juicio y la intención del cronista inmediato. No redacta un informe científico. Como el pintor, crea una versión estética. Con todo eso debe contar su lector y a la vez crítico.