Redacción: Tomas Mondragón Ortiz
No fue buena la tarde de los de Guachicono, mucha ilusión traía el ganadero por su regreso, dispuso seis ejemplares con trapío, tres de ellos aplaudidos ante su aparición en le ruedo, rondaron los 460kg, variopintos pero carentes de raza y casta.
El público, también con la ilusión de ver una buena corrida, empujaba con su deseo, hubo oles que no se pudieron ligar, la música sonó toda la tarde en los comienzos de faena, algo pronta y por sobretodo carente de sentido al ver como se apagaban y paraban apenas en la primera o segunda tanda de muleta.
Echaron para adelante, también con gran ilusión los alternantes, sujetaron, aguantaron arreones, parones y puntazos de ofensivos pitones, dieron el terreno de la tablas, cambiaron las alturas, le picaron poco, la presidencia quiso “ayudar” cambiando el tercio con dos pares, pero una uno se fue desvaneciendo la posibilidad de triunfo.
Ramsés mostró nuevamente que es un torero clásico, anduvo en torero, serio sin perder la cabeza, sus toros fueron complicados, más el primero, que le midió y le marco un par de cornadas, pero con verticalidad y mando, además de recursos en su cabeza y muleta, logró estar encima del descastado antagonista.
Pudo tocar pelo en su segundo, que tuvo un puntito más de movilidad, que le dejo expresar con menos lidia y más torería, pero la espada se lo impidió.
Que buena temporada la que ha hecho y continua viviendo Emilio de Justo, logró ligar tandas robadas por ambos pitones, los naturales de postal y de oles guturales, aguantando y exponiendo al límite mostró profesionalismo, deseo y la ilusión que tenía en su debut en la Cañaveralejo.
Su toro huidizo con ninguna embestida franca, hizo más meritoria su exposición y presentación, se fue a por todas y dejó una estoca a ley, cortando la única oreja de la tarde.
El segundo, como sus hermanos con altas notas de sosería y arreones de manso, se arrimó porfió pero no hubo materia prima para volver a ilusionarse ni él, ni el público, ni el ganadero. Tendrá seguramente que volver y mantener la ilusión de abrir la puerta grande en esta ciudad.
El otro que padeció la corrida fue Ginés Marín, en lidiador con ganas de torear estéticamente, pero apenas pinceladas. Uno sí y otro totalmente descompuesto por los toros. Al final avisado en sus ejemplares.
Sin finales, ni comienzos, una lástima por la ilusión que todos traíamos, pero sin materia prima no ha producto que exponer ni vender.
Resumen: Ramsés: Silencio y silencio tras aviso. Emilio de Justo: Oreja y saludo desde el tercio. Ginés Marín: saludo tras aviso. Silencio tras aviso.