Redacción: Carlos Ilían – marca.com
Plaza de Vista Alegre. Novena y última corrida. Menos de media entrada. Toros de MIURA y un sobrero(5º) de SALVADOR DOMECQ (4), los de Miura de gran violencia y el de Domecq, de calidad. OCTAVIO CHACÓN (7), de celeste y oro. Estocada desprendida (saludos)- Estocada corta (una oreja). Pinchazo y estocada (ovación). PEPE MORAL (6), de grana y oro. Estocada tendida (saludos). Pinchazo, metisaca y estocada (vuelta). JUAN LEAL (7), de grana y oro. Estocada corta tendida (una oreja). Pasó a la enfermería con una cornada en el muslo derecho.
Se cerraron estas Corridas Generales con una corrida de Miura, que fue la guerra. Miuras para plantarles cara, pero a cara de perro. El sexto, que fue un sobrero de la misma ganadería, puede pasar a los anales de los toros con más sentido, con más mala leche de los que se hayan lidiado en esta plaza en muchos años.
Para despachar semejante división de fuego se anunciaron tres toreros que ya sabían de antemano lo que ocurre casi siemptre con los miuras. Por eso Octavio Chacón, una de las revelaciones de la temporada salió con los cinco sentidos en alerta para intentar los muletazos ante las tarascadas de su primero, hasta lograr algún redondo de mérito. El cuarto rebañaba con saña, quedándose debajo y Chacón lo lidió entre regates, como los toreros del XIX, con los toros de entonces, a los que se parecen los miuras de hoy. Una estocada perfecta, de una habilidad asobrosa, le valió la oreja.
La cuota de sangre la pagó Juan Leal en el tercero al que citó en los medios de rodillas. Las pasó moradas y de pie se la jugó sin cuento. Llegó a correr la mano sobre el pitón izquierdo y hasta tuvo el alarde de un pase cambiado por la espalda. Entró a matar por todas y salió cogido con una cornada en el muslo derecho. Pero la oreja no se la quitaba nadie.
Pepe Moral despachó entre regates al segundo y en el sobrero de Salvador Domecq hizo el toreo al natural de impecable factura, con temple y un trazo de buen muletero. Con la oreja casi en el bote no se aclaró en los dos primeros intentos con la espada. La vuelta fue un premio de consolación.