Lo kitsch en el toreo (III)

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Foto: Camilo Díaz, www.cronicatoro.com

Mal gusto. El significado de Kitsch que vincula todos los otros es el mal gusto. La ruptura de una convención cultural. No es una frivolidad. La cultura no lo es. Nos mantiene juntos y medianamente a salvo de nuestra natural fiereza, libre por millones de años. Esa tenue telaraña de acuerdos, tejida en los últimos tiempos la contiene.

No asaltar las hembras, no arrebatar alimentos, no defecar en público… Es el orden pactado; esto es bueno, malo, útil, dañino, bonito, asqueroso… Las brujas de MacBeth lo subvierten coreando, “lo feo es bello, lo bello es feo”. Luego, MacBeth, justificado, libera su bestia interior y con pésimo gusto, asesina al rey. Lo malo es bueno, lo bueno es malo.

Por eso mismo choca lo Kitsch, porque falsea, desordena, confunde, aúlla. Está en la imitación barata del pobre, la cara y ostentosa del “nuevo rico” y el exceso presumido del poder, que ridiculizaba Borges con su “todo lujo es cursi”.

El mal gusto no tiene clase social, ni carácter individual permanente. Puede manifestarse sin definirlos en unas y en otros. A veces sí, a veces no. Ayer sí, mañana no. Aquí sí, allá no.

A la manera de los “majos” barriobajeros Costillares recargó de brillos el traje de faena, (Kitsch). Luego, enaltecido por el arte se tornó “de luces”, elegante y gallardo. ¿Pero, a quién se le ocurriría ir vestido así a una reunión de negocios o a una fiesta que no fuera de disfraces?

La concurrencia de forma y contexto, de signo y circunstancia, da el mensaje semiótico, en ese lenguaje, convención social que comunica desagrado, agrado rechazo, aceptación, gusto, disgusto. Canon estético.

Dicen que Victoriano de la Serna entronizó el truco bufo que, luego “majestuoso”, llamarían manoletina. Se arrepintió: “Daría un premio al torero que no la hiciera nunca”. Ejecutando la misma suerte Llapisera parodiaba, Manolete conmovía. Intercambiando contextos, uno y otro resultarían Kitsch… (sigue)

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