LA CRÓNICA DE CUENCA: Aquí llegó Juli a expoliar al obispo de la ciudad su canonización y erigirse con el nombre que apela a esta Feria. Y en volandas se lo llevó el pueblo que vio cómo le devolvía vida a “Aguamiel”.
Redacción: JAVIER FERNÁNDEZ-CABALLERO
Aquí llegó un déspota de su carrera, un tirano de sus dos décadas, un absolutista de su propio ímpetu a alzarse con el bastón del dueño de estas fiestas. Aquí llegó Juli a expoliar al obispo de la ciudad su canonización y erigirse con el nombre que apela a esta Feria. Y en volandas se lo llevó el pueblo que vio cómo le devolvía vida a “Aguamiel” de José Vázquez.
Vio Cuenca en ese sexto cómo le arrastraba la mano por abajo mientras corría el trazo, vio la vida mientras Juli enseñaba la bravura del toro persiguiendo con ritmo y son, codiciando el trapo rojo que no se destempló ni una vez y sirviendo para que armase un madrileño la pajarraca del mes. Porque fue largo, fue sentido, fue abandonado y fue transmutado lo que allí hizo López, que disfrutó una embestida tan profunda, tan entregada, tan codiciosa y con tanta clase como la de “Aguamiel”.
Ya se había puesto Cuenca la gala de un No Hay Billetes que hace diez años que no se veía por estos lares. Todo por su patrón. Todo por cuatro nombres que dejaron en Juli el bastón de la corrida, el bastón del patronazgo. Cual si fuese el hijo de mozárabes toledanos nombrado de la Universidad palentina con sólo 24 años –precoz carrera, casualidad-. Acabó entonces aquel Julián ben Tauro aceptando hasta su muerte en esta ciudad lo que el rey Alfonso VIII le había encomendado. De santos, de cetros jóvenes y de mandos va la cosa. Pero sobre todo de reyes.
Con ese “Aguamiel”, fue la mano zurda la que arrojó a los infiernos Julián para colocar la muleta en la cuarta y media que había entre la pala y el piso. Antes, llegó la oreja al primero y las lopecinas quietas –novedad hoy día- al del indulto. Un tiempo entre los cites le vino fenomenal a un toro que repetía con son, y entre natural y natural dibujó dos monumentales cambios de mano para ir obrando el milagro de su canonización. E ir eclipsando a Morante, que era su objetivo, conseguido tras el soberbio final de faena.
Andando salió, por cierto, el cigarrero caminito del patio de cuadrillas porque no le sentó bien que la plaza protestara su segunda oreja. E hizo bien porque ejecutó lo que sintió, y ahí radica el ingenio de los genios, lo distinto de los divergentes, lo especial de los artistas. Y en esa espontaneidad en decir que no abandonaba Cuenca a hombros se resume una tarde que bien definió el momento por el que pasa el de La Puebla.
A ese quinto le sopló José Antonio una decena de verónicas de más efectividad que brillantez. Por delantales fue el quite con una media que presidió una labor llena de poesía y valor del torero de La Puebla. Es precisamente esa la virtud escondida de uno de los matadores más valerosos y menos cantados en este campo de la historia. Porque en el querer va implícito el poder, y hoy el valor de José Antonio utilizó la composición estética que su faena supuso para convencer a través del arte. Y eso sólo los genios lo consiguen. Por eso el torero inicio para sacarlo de tablas, la parsimonia armoniosa de los compases por la derecha, la ilustración al natural del cigarrero y la entrega en un final de faena ya con la brava condición del de Vázquez venida a menos. Sabor añejo en los ayudados finales y estocada en lo alto. Aguantó el espadazo el animal antes de caer, algo aplaudido por un público que pidió las orejas. Dos con protestas fueron concedidas por el palco, por lo que no abandonó a hombros la plaza.
Ovacionado en su lote resultó un Manzanares sin materia pero más entonado que en anteriores semanas y también sin premio se fue un Roca Rey al que le cantó la gallina el octavo, que se fue a tablas y en ese terreno tuvo que tirar de amor propio el peruano. Pero para entonces San Julián ya tenía la mitra de la tarde, el báculo de la campaña de sus veinte años y la estola de ser el patrón de esta Feria.
FICHA DEL FESTEJO
Plaza de toros de Cuenca. Tercera de la Feria de San Julián. Corrida de toros. Lleno de No hay billetes.
Toros de José Vázquez.
Morante de la Puebla, pitos y dos orejas.
El Juli, oreja y dos orejas y rabo simbólicos por indulto.
José María Manzanares, ovación y ovación.
Roca Rey, silencio y ovación.
FOTOGALERÍA: JULIO PALENCIA