“Lavapiesero, barriobajero”

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De vuelta de Pamplona, Madrid parece una ciudad de plástico. Al barrio que ahora llaman La Latina lo llamaban antes el Madrid Viejo o el Viejo Madrid. Con sus referencias capitales: la Plaza Mayor, la calle de Toledo,Cuchilleros, la Cava solo contaba la Baja y no la Alta, que es calle en escuadra, el mercado de la Cebáda, la cabecera del Rastro, Tirso de Molina. Y, luego, ese espacio infinito -sin límites precisos, por tanto- que es el Lavapiés.

En la boca del metro Lavapiés me pegó una mañana de verano mi padre una bofetá(da) que todavía me duele. Yo tenía catorce. Mi padre, cuarenta y nueve. Por llegar tarde a una cita que él había hecho a dos partes. Con un sastre de la ca(lle( (de) Embajadores y conmigo, para que yo me probara unos pantalones de franela y de pinza, que te rascaban la piel de las piernas como puntas de erizo. Aprendí lo de «lavapiesero, barriobajero» y no se me va de la mente.

El barrio, víctima de galopante gentrificación, se ha transformado tanto qué si mi padre viviera, no iba a reconocer ni el lugar de la bofetá -ahora Lavapiés tiene tres bocas de metro, ¡tres!, y un ascensor-, y el cine Olimpia, tan años 30, se convirtió en un teatro nacional muy colosal. En invierno hace mucho frío en el teatro. La nueva escuela de actores y actrices chilla muchísimo. El Olimpia era cine muy pipero. Y el Lavapiés también. El sastre de Créditos Santa Lucía nos vendió el pantalón. De eso tratan todos los negocios.

No ver por la calle a nadie vestido de blanco y con pañuelico rojo al, cuello se me hace rarísimo. Todavía. Han pasado siete noches. Y no me hago, Tengo preparado un recorrido para carrera de encierro en el Madrid viejo. No se alcanzará nunca la perfección del de Pamplona, porque eso es sencillamente imposible. Pero como el Ayuntamiento regente tiene tan abiertos los canales de participación ciudadana, pienso remitirlo. A ver si cuela. ¡Comprad balcones! Se pasa por calles con balcones. Y más pistas no doy. Tampoco detalles del paraíso de la Sierra de Cameros, que separa Soria de Logroño como si fueran dos mundos ajenos. Desde que construyeron el túnel de Piqueras, más todavía. Y tan ajenos no son.

Me he tomado la licencia de transcribir en madrileño de sainete de Arniches algunos nombres: la cá Toledo, la cá Embajadores, el mercao de la Cebá, la cabecera Elrastro, las bofetás, De la Puerta (d)el Sol pienso maldecir en mejor ocasión.

En la ca’Argumosa, en vías de gentrificación salvaje, hay manifa dentro (de) un rato. La calle noble de Lavapiés, la más arbolada. Llena ahora de garitos y más garitos. Desde el lugar de la bofetada hasta la esquina de la ronda.

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