En la 29 de San Isidro saluda Fernando Robleño con el mejor toro de la tarde. Luis Bolívar con dos importantes faenas al natural sale ovacionado. Rafaelillo en silencio. Encierro exigente.
Los de José Escolar, trajeron veinticuatro horas después, más de Saltillo a Las Ventas. Igualmente cárdenos, apertrechados y con solo un kilo adicional en promedio sobre sus parientes de ayer, 533. Eso sí, bastante más nobles y suaves, aunque también muy alertas, entendidos, memoriosos y pidiendo la documentación de la veterana terna. Atacaron desde los medios a los caballos, pero sin gran prontitud ni fiera entrega en los petos. Varios entraron tres veces. Vieja modalidad que solo vino a reaparecer ayer y hoy en toda la larga feria. Todos estuvieron mejor en el último tercio y decayeron al final, salvo el sexto que lució también en varas y banderillas. Más manejable el segundo. El público, torista, se decantó por los arrastres, aplaudió cinco de ellos, no el quinto, y también de salida al sexto, bello toro. Con los espadas, riguroso.
El caleño Luis Bolívar, cerró la tarde con una ejecución suicida del volapié. “Me encomendé a Diós. Lo que tu quieras le dije y me tiré”. Por derecho, dejó la estocada total arriba, con tal vehemencia que su pecho tocó el morrillo y el salió girando por los aires. Parecía que rodaría el gran “Chupetero”, pero no. Se la tragó enterita, quizás por vertical, la cruceta golpeó tres veces y lo que parecía un final con oreja y estrambote, digno de una corrida de mucho contenido, quedó en un ovación de despedida. La gente había tomado partido por la divisa.
Torero ante sus dos toros. El tercero, como en una declaración de intenciones, brincó alto, felino, tratando sin lograrlo de arrebatarle la capa. Venteaba, todo el tiempo fue así. Veintiun naturales le administró en cuatro actos con sus respectivos remates. Perdiendo pasos es cierto, a media altura la mayoría, pues así venía el toro, no muy embraguetados, también, pero es que las embestidas tardas e imprevisibles lo exigían para retener el mando. Sin embargo, los hubo de muy buena factura. Solo en una tanda ligada de cuatro y el de pecho estalló la galería. El caminar desganado y soso del animal embotaba las emociones. La estocada desprendida, bien ejecutada no ganó ni un agradecimiento. Incomprensión incomprensible.
Con cuatro verónicas y media enjundiosas, ganando terreno, abrió la lidia del ovacionado sexto y ahí sí los ánimos y las voces se fueron arriba. Felix Majada marra en las dos primeras bravas entradas de largo. Dos delantales y un recorte de Luis vuelven a ser aplaudidos. El escolar parte la vara, dos verónicas y media más y más palmas, y al final el picador, recolocando la puya, se agarra con el toro. Provocando con su tardío acierto una tremenda ovación, como cuando uno por ahí grita ¡Bingo!… ¿Ah? Miguel Martín y Fernando Sánchez bordan un celebrado tercio, saludando y ovacionando también la lidia de “Jeringa”. La plaza en ascuas.
Brindis al público y citando largo, de una, la colada y al bulto. Con estos la cosa es seria. Tras el exabrupto, un recuperar el control con corto trasteo derecho. La única vez que usó la mano antinatural en toda la corrida. Y a continuación una faena íntegra por la izquierda. Ante un toro de mucho respeto que no tenía un pelo de tonto. Con ligazones cortas, a la medida de las embestidas. Distancia, terrenos y altura justas. Honestidad, oficio y acierto en la lidia. Períodos de a cuatro y cinco. Largamente, quizá buscando agotar los argumentos, quizás demasiado, porque “Chupeteró” se fatigó. Había peleado mucho en los dos tercios iniciales. Sonó un aviso antes de igualar para el momento más dramático en la tarde. Se jugó el pellejo, pero el buen escolar no cayó y lo que mereció hasta el último instante ser un triunfo valioso. Se quedó en una ovación. Increíble. Las dos faenas más completas de la tarde casi que ignoradas al final.
Fernando Robleño dio una lección con el segundo. Ocho lances a dos manos, templadísimos, a los medios, hasta que el escolar clavó los pitones y casi se desnuca. Con derechas, cinco, le saca de tablas, ejecuta una serie de cal y arena, otra uno en uno, de pura brega y resulta desarmado. Ahí decide cambiar de pitón y entonces apareció lo mas granado de su toreo esta tarde. Cuatro por la natural buenos de verdad, que el animal coge suave y templadamente. Cada vez más en corto, hasta que el torero cae a merced, siendo perdonado de pura nobleza. Luego todo vino a menos, largamente a menos. Usía le avisó, y una estocada delantera y desarmada requirió dos descabellos. Siendo ovacionados ambos, toro y torero.
El quinto, incierto y malaleche. “Mu peligroso”, se quejó después Fernando, le buscó las cosquillas lanzándolo a una lidia de piernas y esguinces que acabó en estocada chalequera y tres descabellos.
Rafaelillo no estuvo en vena hoy. Su lote de pronto fue el de más problemas. Pero, bueno, para lo que ha trajinado él en su digna y ya larga carrera, tampoco era tanto. Se la pasó en modo sobrevivencia, cediendo pasos y esquivando todo el tiempo, como en aquellas primeras películas a comienzos del siglo XX. Tres en hueso y estocada recursiva con el primero, y pinchazo, espadazo descentrado y descabello con el cuarto, para una de sus tardes menos épicas en Madrid.
Esta última parte de la feria con las ganaderías que desnudan, como cuando la marea baja, los pilotes sobre los cuales se asienta la fiesta, puede quizá no ser la más comercial, pero es la más valedera. Para los que no la tienen por un pasatiempo divertidito, claro.
FICHA DE LA CORRIDA
Madrid. Martes 5 de junio 2018. Plaza de Las Ventas. 29ª de San Isidro. Nubes y viento. Dos tercios de aforo. Toros de José Escolar, 533 kilos promedio, bien presentados en tipo de la ganadería, muy encastados y exigentes. Todos aplaudidos al arrastre excepto el 5º.
Rafaelillo, silencio y silencio.
Fernando Robleño, saludo tras aviso y silencio.
Luis Bolívar, silencio y ovación tras aviso.
Incidencias: Saludaron Miguel Martín y Fernando Sánchez tras parear al 6º.