Y si la sal se corrompe…

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Pepe Moral ha saludado tras pinchar faena de gusto. Rafaelillo y Román, silenciados. El encierro defraudó tanto por sus hechuras como por su juego. Gran entrada en Las Ventas para la 27ª.

Miura trajo uno de los encierros más livianos de la feria (554 kilos promedio). De proporcionadas cuernas y joven, todo bajo los cuatro años y medio, y más joven aun de aspecto por su poco cuajo. Si a esto nos vamos, un conjunto como para figuras o hasta para novilleros adelantados, en la media de Madrid, digo. Exceptuando quizás lo galgunos, magros, largos de cuellos y cabos, lejanos de aquel toro que llenaba la plaza, intimidando con su sola presencia y evocando la tremebunda leyenda de su estirpe. Hoy no. Pero bueno, hablando de leyendas, “Islero” el de Manolete, por ejemplo, hubiese cabido en este sorteo y de pronto ni hubiese pasado. La variedad extrema propia de su abigarrado linaje ha sido carácter del hierro, y en ella, entre la monumentalidad y el esmirriamiento, estos tiraron más a lo último. Que pase con cualquier divisa vaya y venga, pero en Miura eso alarma y mucho, mucho.

Ahora, de personalidad sí se unificaron en aquello que los ha hecho famosos. El sentar una vez más que la lidia es a muerte de parte y parte. Que lo que se les haga vale. Que ya escapárseles indemnes es bastante. Ladinos, miraron, pensaron, esperaron, midieron, derrotaron, dispararon arriba, emboscaron los banderilleros y a la hora de matar ellos también fueron a lo mismo. Eso terminó borrando las protestas de salida, ganando el respeto de lidiadores y público y cotizando alto las cosas que se les hicieron por la cara. El segundo (silenciado) contrastó con una docilidad inesperada y el sexto por su fiera dificultad fue aplaudido en el arrastre, igual que el tercero.

Rafaelillo contra el viento, bregó cauto y escurridizo las agresivas andanadas que no embestidas del primero. La toco y me voy, fue su táctica. Eso le valió llegar íntegro a la suerte suprema. Pero casi no salir de ella. Se tiró, dejó una espada en guardia y fue cazado por el vientre, desgarrada su taleguilla, y buscado con furia en el suelo, salvándose de milagro con solo un varetazo marcado en la mejilla derecha. Marró diez veces con la cruceta, le avisaron y no le agradecieron haber puesto la vida en el platillo.

El cuarto pasó claro en las primeras tres verónicas, luego fue un auténtico marrajo, con orientación de pregonao. Aguardador y felino al ataque. Muleteo de sobrevivencia, pincho y dos descabellos. “Era un látigo” comentó el murciano estremecido.

Pepe Moral bendecido en el sorteo con el único que se dejó mandar o acompañar, no lució con la capa como no lo hizo ninguno de la terna. Pero dio los muletazos más lentos, templados, y bajos de la tarde, que no ligados ni muy cargados; hasta la excepcional tanda final de cuatro naturales y el obligado que le salió pintada. Ovación válida. Todo para premio, y viene y pincha, sale desarmado y correteado de la estocada inútil y da cuatro golpes de cruceta bajo un aviso. La gente lo sacó al tercio.

El quinto, vareado, anovillado y muy protestado de salida, fue otro manso-bronco que se dejó en varas, le quiso quitar las monteras a los banderilleros y obligó a Pepe a un trasteo laborioso, un pincho y una estocada caída. Sin comentarios.

Román pasó las verdes y la maduras con el tercero que impuso sus condiciones y escogió los terrenos desde el primer lance. Iturralde fue aplaudido en par decorosas varas. Ya nadie habla de tres a ley. Esperó los banderilleros y al matador. Incierto y astuto, cómo en política, tomó el poder y lo mantuvo hasta el fin cuando lo demostró no dejándose llegar en los cuatro pinchazos a pasó de banderillas, el desarme, el aviso y la estocada corta. Le arrastraron aplaudido. La gente adora el amo.

El sexto, “Taponero”, cárdeno de 576 kilos el de más trapío, salió, se tiró al superpoblado callejón, sacó dos de los ocupas al ruedo y al regresar pronto por poco los pilla. El capote no pudo con él. “Chocolate” le puyó arriba y le ovacionaron. Esperó los banderilleros y llevó por el camino de espinas al matador. Pase y pasos, pase y pasos, pase y pasos, con tornillazos y coladas intercalados. Lo qué tuvo qué tragar y sufrir para juntar dos cortas series derechas. Una de tres al principio y otra de cuatro al final. Cuarteando le arreó un bajonazo y cerró en silencio.

Miura es mítico por el temor y el respeto que inspira su propia e imponente expresión del trapío. Es de culto en la fiesta y si también eso lo modernizan ¿Qué queda?

FICHA DE LA CORRIDA

Madrid. Domingo 3 de junio 2018. Plaza de Las Ventas. 27ª de San Isidro. Sol, nubes y gotas. Lleno total. Toros de Miura, 554 kilos promedio, parejos, de poco cuajo, protestados de salida, mansos y broncos.

Rafaelillo, silencio tras aviso y silencio.

Pepe Moral, saludo tras aviso y silencio.

Román, silencio tras aviso y silencio.

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