Con una ovación para cada uno se fue la terna compuesta por Luque, Galván y Lorenzo. Saltaron toros de tres hierros exentos de bravura, con poca fuerza y ásperos, que vinieron a menos.
Los de Torrehandilla y Torreherberos (cuarto y sexto), de misma casa y encaste (Jandilla) vinieron cinqueños todos. Con romana de 572 kilos promedio, cortos de cabos, generosos y finos de cuerna. “Trabajados para Madrid muchos meses”, dijo el ganadero. Lo que no se sabía es que sacarían tan escasa raza ni que sus exiguas fuerzas les obligarían a la guerra de guerrillas. Tardearon, tiraron las manos por delante, salieron con cabezadas arriba, escondiéndose luego. Brindó más el primero que con la complicidad del toreo se ganó la palmas en el arrastre. Todos los demás silenciados, incluso el sexto bis de Virgen María, protestado fuertemente de salida por pocacosa, y excepto el cuarto mansobronco que fue pitado. “No tenéis vergüenza taurinos” gritó un vozarrón aprovechando que todos callaban
“Hice lo que pude, me faltó el animal”, se quejó Daniel Luque, cuando terminó su cuarta y última lidia de la feria. Con “Jaranera” no lució su reconocida capa, el quite a la chicuelina terminó desarmado. Con la muleta surció las tandas por la diestra con aseo, pero por la izquierda no lo tuvo tanto en el uno en uno. Sin embargo, el epílogo de tres derechas, dos ayudados y una firma, más cinco luquesinas y el obligado de postre pusieron la clientela en su puño. Tablas tiene y muchas. Pinchó y descabelló tras el aviso, sin estoquear. Ya no es necesario, parecían decirle cuando le sacaron al tercio a punta de ovación.
Al cuarto, tres verónicas buenas sin remate, Cuatro y media más, no tan buenas. “Pescador” rubricó su mansedumbre en el peto. Y la pavoneó en banderillas. Luego, por si quedaban dudas, en la mitad de la porfía se acostó y hubo que colearle para poder matarlo de pie. Agradeció tirándole antes tremendo gañafón al buen samaritano de Gerena, cuyo empeño resultó estéril. Una en hueso y otra toda en la cruz, pero tarda.
David Galván, luchó, mas no pudo corregir la rudeza del segundo y sus remates a las nubes que destemplaban los embroques y los vaciados. Actitud sí, pero no basta. La cosa terminó en pases y pasos, con largos intervalos, de a cinco por cada pitón y con el toro parándose hasta la inmovilidad total. Un estocadón delantero, con bocanada, fulminó como un rayo y ganó la ovación.
Volvió al ataque con el quinto, ilusionando con verónicas, chicuelinas y una media muy buena que aprovecharon los primeros retozos no fuera que no tuviese otra oportunidad. Como lo sugirió el cobardón espectáculo que mostro ante el caballo de Esquivel. No obstante, galopó de largo a la pedresina, o más bien litrazo, en los medios, ligado con dos estatuarios, una firma y uno de pecho que sorprendieron y encendieron al tendido. Y también fue tras la muleta fijo, en los diez o doce muletazos de las dos tandas siguientes.
Y ahí fue cuando sin razón, sin la menor necesidad y con el mayor desatino, le dio por el pico, el pico y el pico poniendo terreno de por medio, cosa que no le perdonaron. La licencia para tales alivios la tienen pocos en Madrid. Él no todavía. Se le quedaron callados. Cuando trató de reivindicarse con largo arrimón, le rechazaron. Cuando se jugó en una bernadina y el toro le marcó un puntazo, y cambió a manoletina y le marcó el otro, le ignoraron. Por andar en esas le tocaron aviso y ni la estocada total rescató el crédito que derrochó cuando tuvo el triunfo en la mano.
Álvaro Lorenzo, llegó y le ovacionaron. Quizás eso le hizo creer que ya lo habían ascendido al grupo VIP (con licencia para el fuera de cacho). Brindó a la parcial como para refrendarlo y luego gastó lo poco que traía el tercero en dos serias por las afueras, lanzadas a la órbita con el famoso triángulo flácido que se inventó para sacarse de la piel a las fieras indómitas. No era el caso. Al final de la segunda, el negro blandeo anunciando que ya no estaba para esos trotes. Lo demás fue espasmódico y descompuesto, soso y silente. Un bajonazo con derrame completó la obra. Que podría llevar por título: Imperdonable.
Le devolvieron el jabonero sexto por blando (no se cayó). Según eso habrían tenido que devolver toda la corrida y quizá el 70% o más de la feria. El otro día devolvieron uno por manso. Fue que el siete protestó, esa vez porque sí y ahora porque no. ¿quién los entiende? Y además está demostrado que la presidencia solo aguanta oleadas cuando se trata de negar premios a novilleros o a toreros modestos.
Bueno. Salió el de Virgen María. !Ay Virgen! para qué fue eso. La indignación se hizo insultante. Qué poca cara, qué poco cuajo, qué poco tamaño, qué poca vergüenza. Mientras tanto el negrito en estampida por todo el ruedo como en su parque de recreo. “Forajido” se llamaba para mayor pena. Comienzo por naturales de a cinco, de a cuatro, de a tres, de a dos y finalmente de a uno. Ahora más centrando con la muleta, sí, algunos de plausible temple y largura. Pero se acabó el combustible y el final ensombreció, dando paso al encimismo y al desplante. Se los perdonaron. Un pinchazo y estocada superior sin puntilla fueron ovacionados.
Los toros tuvieron falencias, claro, pero no sería justo culparlos por no haber entregado las orejas. Quizás las preguntas serían; por qué Galván y Lorenzo no se embraguetaron cuando debieron y por qué Luque no estoqueó al primero como debió.
FICHA DE LA CORRIDA
Madrid. Martes 29 de mayo 2018. Plaza de Las Ventas. 22ª de San Isidro. Nubes y sol. Dos tercios de aforo. Toros de Torrehandilla y 4º y 6º de Torreherberos, devuelto este último por blando, en conjunto bien presentados, astifinos, faltos de raza, fuerza y franqueza. Un 6º bis de Virgen María. De menos cuajo y cara protestado, noble y a menos.
Daniel Luque, saludo tras aviso y silencio.
David Galván, saludo y silencio tras aviso.
Álvaro Lorenzo, silencio tras aviso y saludo tras aviso.