Redacción: Marco Antonio Hierro – Cultoro.es – Web Aliada – Foto: Luis Sánchez Olmedo
La exposición consciente y madura de Roca Rey se lleva la única oreja de una corrida de Victoriano del Río con más genio que bravura que dio poca opción a Perera y Talavante.
Madrid – España. Cuando pasaban apenas dos minutos de la nueve de la noche y la corrida de Victoriano había cogido en picado la barrena nadie daba un duro por echarse al coleto una miaja de emoción con el sexto ya en la arena. Un encierro desigual, una tarde bañada en plomo, un aguacero descomunal para enfriar ánimos y cuerpos y quince corridas atrás para que pesen más todos los argumentos feos. Pero entonces emergió un peruano de recia resolución que decidió echarse a la espalda el peso del ‘No hay billetes’ y apostar a la quietud para encontrar su camino: el camino de ser Rey.
La quietud. Y era cara la apuesta con esos dos compañeros de cartel, pero a esa hora ya sabía Andrés que a Perera no le habían durado y a Talavante no le habían valido. También basaron su planteamiento en la quietud, pero les faltó fondo enfrente para el golpe ganador. Por eso tomó Roca el camino para ser Rey asumiendo en un cambiado que el toro le podía coger. Y entonces despertó Madrid. Era el inicio de faena, el momento de estructurar, de irse para adelante o guardar la ropa mojada y esperar a mejor ocasión. Pero la contra que ha sentido Andrés en esta feria no podía quedarse con ese sabor de boca a zumo de limón.
Porque se le viene encima al peruano el mismo tendido que lo empujó a atravesar el umbral del cielo, y se empeña el respetable en no respetar su propia decisión y exigirle devolver orejas. Y a lo mejor en alguna ocasión hasta han estado acertados. Pero no era el caso de hoy. Hoy estaba dispuesto a dejarse matar y completamente seguro de evitarlo a última hora. Y tuvo colaborador en un toro con fondo, con cuello, con cierta entrega y mucha fijeza en los trapos. Un toro para apostar a que su cara suelta no le tocaría un alamar; porque sabía que su fondo bastaría para confiar en la arrancada y ésta llamaría a la emoción. Y se jugó la vida. Y en el circular en dos tiempos por la frenada del toro que le dejó los pitones en el cuello; y en el derrote que lo desestabilizó y lo dejó a merced del animal para que éste lo perdonara; y en la estocada al encuentro, resuelto a matar o morir, fulminante de necesidad absoluta, encontró Andrés una nueva oreja que le da vida nueva a su cartel anterior. Ya vuelve al camino para ser Rey.
Nunca lo ha abandonado Perera, cuyas circunstancias son otro cantar. El inicio de fantasía al enclasado primero, el único que de verdad volcó la cara del encierro de Guadalix, fue pura orfebrería para llevarse a la boca en dos trincheras y un cambio de mano que no sé si habrá terminado aún. El toro sí se terminó. Y antes de tiempo, porque para embestirle a Perera con duración y soportar su tremenda exigencia de templado ralentí hay que ser un supertoro. Y de esos no echó ninguno el Victoriano de hoy.
Tampoco para Talavante, que concluyó su San Isidro con los ecos de la tarde anterior. Bien es verdad que hoy le tocó sufrir el tremendo aguacero que rompió mientras él le daba trapo al horrible segundo. Cierto que ni ese ni el bonito, ese quinto sin raza ni condición para soportar su buena intención, le han dado opciones de triunfo, Pero tampoco venía Alejandro con la mejor disposición. O esa, al menos, es la impresión que ofreció.
Porque también a Roca Rey le salió un toro en mitad del recio aguacero –falta de compresión y delicadeza de Justo Polo para con las circunstancias de un tendido en plena diáspora temporal-, pero se sobrepuso Andrés. Y esas son las circunstancias que lo sitúan muy en cabeza en el camino para ser el Rey. Lo demás lo dirá el futuro.
Ficha del Festejo
Plaza de toros de Las Ventas, Madrid. Décimo sexta de la feria de San Isidro. Corrida de toros. No Hay Billetes. Toros de Victoriano del Río, desiguales de presentación, disparejos de tipo y con poca opción para el triunfo. De tremenda calidad sin espíritu ni raza el feble primero; deslucido y sin raza el horrendo segundo; descompuesto pero obediente y emotivo el colorao tercero; geniudo y rajado en cuanto lo pueden el emotivo cuarto; con más intención que entrega y raza el mentiroso quinto; con ímpetu y transmisión el enfondado sexto. Miguel Ángel Perera (verde botella y oro): silencio tras aviso y silencio. Alejandro Talavante (purísima y oro): silencio y silencio. Andrés Roca Rey (verde botella y oro): silencio y oreja.