Redacción: Marco Antonio Hierro – Cultoro.es – Web Aliada – Foto: Luis Sánchez Olmedo
Un sobrero de José Cruz recibido con ‘miaus’ se despide con una ovación la tarde en que Las Ramblas se pasó de frenada con la romana y no llegó con la raza.
Madrid – España. Salió para escarnio de más de uno cuando mediaba el festejo en que Las Ramblas apostó por la carne móvil para enviar a Madrid. Salió con una tablilla de 530 generosos kilos entre el promedio de seis quintales que ya se iba haciendo mucho para masticar a esas alturas de la peli. Pero salió, sobre todo, porque un presidente molón quiso jugar a hacerse el héroe que librase al tendido del tedio del buey que hizo cuarto. Pero calculó mal, por mucho que se escude en traer por los pelos un artículo del reglamento.
Calculó mal porque no sabía la repercusión que su decisión podía acarrear –máxime después de lo del pasado viernes- pero sobre todo calculó mal porque no sabía que Cortés, que así se llamaba el sobrero de José Cruz que saltaría en lugar del manso, no quitaría lo valiente, como dice el refrán, sino lo cobarde. Lo quitó de la plaza y de la memoria colectiva, porque salió embistiendo con ritmo sobre el coro de miaus que le dedicaban los conspicuos y concluyó arrastrado con honores entre la ovación que le tributaban los que se habían tenido que merendar el coro. Y el resto de la plaza, claro está, porque fue ese toro, Cortés, el que hoy puso a todo el mundo de acuerdo en su transmisión.
Quitó lo cobarde Cortés, porque la cobardía de hoy, que se fue a destazar sin oler siquiera un penco, no vale ni para correr las calles en cuanto le niegas la yunta. Lo quitó porque a estas horas todos, incluso David Mora, recordamos esa forma de ir tras el trapo para cogerlo por abajo cada vez que se lo arrastraba el manchego, cuanto más largo, mejor. Pero David lo pinchó. Lo pinchó mucho. Y todo se desdibujó tras una faena con ciertos altibajos donde brillaron tres series de mano diestra y morro amarrado al suelo y un inicio de delicadezas donde una trinchera sentida hizo regresar al Mora más entonado. Pero debió conformarse con un silencio. Una ovación había saludado con el primero, que hubiera sido toro de lío de no sobrarle 70 kilos -como era el caso- de inoportuna defensa.
De lío no hubo ninguno más. Ni lo suficientemente cobarde para que repitiera la osadía don Jesús, el presidente, que tentado debió de estar de hacerlo cuando vio salir al quinto. Media hora saliendo toro desde las puntas de los dos pitonacos superlativos hasta la penca del rabo, bastante más arriba de donde suelen alzar las pencas. El segundo, en cambio, se entregó por ratitos a que lo torease Juan del Álamo con más torería que el año anterior, pero también con menos frescura. Al menos, mientras duró el toro, porque fuera del inicio magistral de Juan, donde sobresalió entre los doblones templados un cambio de mano tremendo, macizo, sentido, palpitado, lo demás fue proponer liviano y pisar pólvora en momentos clave, como las manoletinas que propuso al final del trasteo. Aunque se fuera con ovación y silencio.
Silencios encontró dos José Garrido en su última comparecencia del año en la primera feria del mundo. Así fue porque al obediente y noble tercero, que nunca llegó a sacar clase, le faltó un poco de ritmo para reunirse con el pacense, y el horrible bicho sexto, con pinta de vaca vieja venida arriba, rebeló tener en la barriga los cristales de Satanás en cuanto comprobó mermado el poco poder que ostentaba. Con ese panorama, para cortar nada andaba el hombre, que hasta tuvo que arrojarse al suelo de rodillas en el saludo de capa para que el tendido le hiciese algo de caso. Como con los naturales rotundos que le silenciaron el otro día. ¿Qué les habrá hecho Garrido? Porque de cortés tiene mucho y muy poco de cobarde.
Ficha del Festejo
Plaza de toros de Las Ventas, Madrid. Séptima de la feria de San Isidro. Corrida de toros. 15.800 espectadores. Seis toros de Las Ramblas grandes, apretados de carnes y aparatosos de pitones, y un sobrero de José Cruz, cuarto bis, vareado y justo. Con fijeza, prontitud, calidad y fondo pero demasiados kilos de más el noble primero; pasador con cierto fondo el segundo; obediente y noble el tercero sin gran clase; devuelto por manso el buey cuarto; de movilidad, ritmo y emoción el sobrero cuarto bis; humillado y obediente pero soso el inmenso quinto; reponedor y complicado el horrible y deslucido sexto. David Mora (manzana y oro): ovación y silencio tras dos avisos. Juan del Álamo (blanco y plata): ovación y silencio. José Garrido (verde botella y oro): palmas y silencio.