Las verdades de Fortes

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Ante un encierro descomunal, brilló la vocación purista del malagueño. Tras faena de significación y una gran estocada, da dos vueltas al ruedo, pues la petición mayoritaria fue contrariada por el palco.    

La tarde se consumía en un embotamiento emocional que ni siquiera la monumentalidad catedralicia y las agudas arboladuras de los pedrazas habían podido sacudir. Bueno, lo primero del toro es parecerlo. Pero no lo único. Entonces, Fortes juega la última carta; “Urante”, 632 kilos, colorado como todos, alto y con armamento pesado. El más imponente, que peleó bravío en la primera vara de Borja. Le pone para la segunda, menos enjundiosa, con una media sensacional. Quita con tres nicanoras y otra media, esta de tijerilla, devolviendo al tendido las ilusiones perdidas. Los que se iban regresaron del pasillo.

Toma la montera, brinda con beso y abrazo a su padre que cumple años y genuflexo engarza siete muletazos, largos, mandones, templados todos, y un pase de pecho ya en los medios.  Dos tandas haciendo pasar el tren por la derecha y parándolo con los forzados. Terquedad por la quietud, por el ajuste a riesgo, por la decencia, por lo fundamental a cambio de lo cosmético.

Da las ventajas muchas veces. La plaza con él. De verdad, verdad. Tres naturales y al cuarto la cogida y el puñaleo fiero en el suelo sin cazarlo. Con el rostro tinto en sangre vuelve encarar, para dos series diestras de a seis, arrimadas, aguantadas, veraces, serenas. El animal a menos, vencido. Tres ayudados, un volapié sincero contra semejante cuna, y la estocada total arriba tira sin puntilla. El clamor por la oreja incluye al siete. Su señoría, don José Magán Alonso, ni se mosquea. Una señora frente al palco le increpa dedo en alto, se suma un joven, otros… aparece un guardia civil, y la bronca cunde como pólvora por toda la plaza. El arrastre es ignorado y se hace una tregua para pedir al torero dos vueltas al ruedo y reiniciar hostilidades.

En la puerta Fortes repite con palabras las verdades que había explicado antes con el capote, la muleta y la espada. “Yo me emocioné, toreé, quizás a veces bien a veces mal, pero esto es el toreo. Decimos que es cultura, la gente lo siente se alegra, se enfada, se apasiona. Es lo importante, si todo dependiera de las orejas esto sería un deporte.” Pero atrás el ruedo quedaba cubierto de almohadillas protestantes.

Manuel Escribano Daniel Luque anduvieron oficiosos con sus lotes. La falta de codicia y fiereza quitaba lustre a las bregas. El primero intentó conmover en sus dos tercios de banderillas, aunque la trabajosa ayuda de sus dos peones le quitaba brillantez. Transcurrieron cinco sin que se notara nada que otro de su cuadrilla no pudiese haber hecho igual o hasta mejor. Pero con el que acostumbra reservar para el final, citando sentado en el estribo y quebrando contra las tablas prendió una ovación, más al susto que al arte. Mato mal al primero y con espada desprendida al cuarto.

Luque, regaló una rematada tanda de cuatro naturales con el inexpresivo segundo y luego se perdió el resto de la tarde en un pegapasismo sin esperanzas. Pinchauvas y avisado con el uno, despachó al otro de fierrazo desprendido.

El palco de Las Ventas ha puesto altísima la cotización de las orejas en esta feria. Pagaría por saber a quien le van a dar la primera y que tendrá que hacer y con qué toro. Porque la comparación con la gesta de Fortes hoy, será inevitable. Si así va a ser con todos. Pues bien. Sino, no.

FICHA DE LA CORRIDA

Madrid. Viernes 11 de mayo 2018. Plaza de Las Ventas. 4ª de San Isidro. Sol. Dos tercios de aforo. Seis toros de Pedraza de Yeltes, 622 kilos promedio, muy serios, armados y astifinos nobles pero bajos de casta.

Manuel Escribano, silencio y silencio.

Daniel Luque, silencio tras aviso y silencio.

Fortes, silencio y dos vueltas al ruedo tras petición y bronca al  palco.

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