Redacción: Javier Fernández-Caballero – Cultoro.com – Web Aliada
Una faena de antología de Roca Rey queda grabada en la afición levantina que hoy llenó la plaza de su capital; Manzanares se justifica y Castella da una pobre imagen de su flojo inicio de temporada.
Valencia – España. Cuando manda el Toro, éste es capaz de juzgar a todo aquel que osa a ponerse delante. Para bien, para regular y para mal. Y aunque hoy lo que se lidió en Valencia desprestigie en cuanto a presencia desigual lo que sí llevaba en sus entrañas, la corrida de Cuvillo sacó el martillo de la justicia para un Roca Rey que supo ser dueño de la situación y del tesoro que tenía con el tercero, un Manzanares que se justificó ante la bravura que tenía delante y un Castella que dio una pobre imagen de su flojo inicio de temporada. Cuando manda el toro, éste juzga. Y hoy Roca Rey salió impune de pleito por valor, por cabeza y por el toreo que ya empieza a aflorar en su concepto.
Porque hasta tres ejemplares lidiados en la calle de Xátiva tuvieron la bravura y la clase para hacer el toreo y pagarle la entrada al No Hay Billetes que llenaba el coso. La nobleza humillada del segundo, la duración plena de virtudes del extraordinario tercero y la clase embravecida del gran cuarto. Tres toros para enmarcar. Tres embestidas para rendirle culto al rey de la Fiesta a pesar de su presencia… y de la presidencia.
Un palco que ya viene intoxicado desde un lunes en el que no otorgó la vuelta al ruedo en el arrastre a dos novillos de máxima nota de Fernando Peña: uno de vacas –el primero- y otro extraordinario –el cuarto- a los que Jesús Chover sí cortó dos generosas orejas. Un palco que no valora que la afición empiece por el culto al Toro, que es el rey de este espectáculo –una función que, a plaza llena como hoy, requiere de una pedagogía tremenda en cuanto al culto de este animal otorgando la merecida vuelta al ruedo que el tercero se ganó-.
Porque actitudes ignorantes como las del equipo presidencial machacan en detrimento del buen concepto de la tauromaquia la religión en torno a este animal. Utilizan el rito en torno al hombre y olvidan el honor en torno al Toro, que es el único animal de este planeta que recibe los honores después de la muerte que hoy “Rosito” debió tener.
Fue una faena en la que el de Cuvillo aguantó la proposición de morirse en los trazos de Andrés, el cite de frente al natural y la humillación larga de los circulares del peruano. Sensacional fue ese inicio de faena en el que se pasó al astado por la espalda de rodillas hasta en dos ocasiones, entrelazado con una trincherilla de espanto y un desdén para el fin del mundo. Y el molinete para empezar la serie a diestras, y la humillación callada de un animal que la seguía sin cansarse, y el tragar quina ahí donde queman las zapatillas, y el natural cogiéndole el tranco al Cuvillo… y la estocada hasta la bola tras las diabluras en las bernadinas. Y la injusticia del palco.
Antes, Manzanares le había formado cuatro tandas de calado al segundo a base de sobar mucho la condición buena pero con teclas del de Cuvillo. Once segundos duró una estocada hasta que la muerte fulminante hizo efecto. En todo el sitio. De Castella no fue la tarde porque no estuvo a la altura de su lote.
De quien sí fue la tarde fue del Toro, el nombre de animal que se escribe con mayúsculas. Y la incompetencia injusta para con éste que el palco valenciano ha venido llevando a cabo durante toda la Feria es indigna para la base de este espectáculo. Hoy, el Toro juzgó a Castella, Manzanares y Roca Rey; Andrés salió impune de un juicio que el palco y su incompetencia no merecieron presidir.
Ficha del Festejo
Plaza de toros de Valencia. Séptima de la Feria de Fallas. Corrida de toros. Seis toros de Núñez del Cuvillo, el sexto como sobrero. Con teclas el buen cuarto, extraordinario el humillador y duradero tercero y bravo el gran cuarto. Sebastián Castella, silencio y silencio. José María Manzanares, oreja y ovación. Andrés Roca Rey, dos orejas tras aviso y silencio.