Redacción: Tomás Mondragón Ortiz
Medellín – Colombia. Uno de los carteles de mayor expectativa desde el anuncio de carteles y que había cogido más vuelo con el transcurrir de las ferias generó un lleno cómodo en la capital antioqueña.
Ponce, Juli y Juan de Castilla, hicieron mover el torniquete, le dieron vida y esperanza a la empresa que ya piensa, incluso en dar un festejo más en la próxima temporada.
Sin embargo, la decepción por los estados presentados, escalera morfológicamente fea, fuera de tipo y ausente mayormente de juego, raza y bravura, han dejado una sensación de vacío sustancial en la esencia de lo que la fiesta brava debe ser. No hay ningún argumento ni justificación para que esas figuras, sus veedores, la empresa y el ganadero dejarán llegar esa corrida a una plaza como Medellín.
Que pudieron cortar las orejas, si, la faena de Ponce desde el inicio fue muy sensible, sentida y artística, desde el capote dejó ver a ese hombre que viene en un año cumbre, de más que solar el toreo, disfrutarlo para él y hacerlo llegar a los públicos con muchísima clase. Mataba y las cortaba, el público vibró, se le olvidó el rival y los detalles, había un maestro que resolvía cada momento con su mejor versión.
En el segundo se fue otorgada la oreja, ante la faena planteada a un ejemplar, soso, manso, al que le dio el tercio a ver si daba poco más de esos tercio de embestida. Lo del Juli pudo tener premio también es su primero, ejemplar inválido para la lidia, que la presidencia decidió obviar, haciéndose también presente en el hilo de la cadena de injustificaciones. Su segundo no tenía como embestir, ausente de alguna bravura y movilidad.
Lo de Juan de Castilla fue muy importante, iban por el camino de las dos orejas que le darían el triunfo de la corrida y de la feria, que finalmente quedará desierto, ante la ausencia de faena profunda y rotunda estocada.
Juan mando y templó, encontró el sitio, para someter y aliviar, cuatro y el de pecho era lo que ofrecía el ejemplar, tenía sin y calidad, seis de esos y todavía estaríamos dando pases y lances en las calles de Medellín.
Muy acertado, muy torero, y muy inteligente se estuvo en torero, lo oles eran reales sentidos y vividos por sus paisanos. En matador estuvo, primero con mala suerte, luego descontrolado, luego desesperado, tanto que como peones de brega estuvieron Ponce y Juli, nada pudieron hacer, tras estocada desprendida y contraria, dejada a ley, pero sin ningún efecto, vinieron los intentos de descabello que finalizaron con el tercer aviso.
El del cierre se fue apagando, buscando el refugio de tablas, Juan lo sujetó y le robó muletazos, y logró una faena de detalles importantes, esta vez la espada quedó en otro mal sitio pero con mayor efecto y le otorgaron la oreja.
La empresa debe repetir el cartel y buscar una corrida digna para el mismo, tratar de borrar lo que indigna e injustificadamente jamás debió hacer presencia en el ruedo de la Macarena.