JUANGUI EN MEDELLÍN: LA DESAZÓN SUPREMA

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Redacción: Juan Guillermo Palacio

Figuras, expectación y decepción…

Medellín – Colombia. El título más adecuado para contar una corrida tan desilusionante como esta última de la temporada de Medellín es el de un documental que le hace el director de cine Luis Ospina al escéptico, renegador y antitaurino  (todos estos pleonasmos) escritor colombiano Fernando Vallejo: La Desazón Suprema.

Ese sentimiento, mezcla de frustración, impotencia, dolor y tristeza profunda era generalizado en las casi cinco mil personas que llenaron la parte baja de La Macarena de Medellín, (el Maracaná, por lo difícil de llenar).

El resultado de la corrida fue proporcional a las hechuras del encierro: una escalera, 3 con apariencia de novillos (segundo, quinto y sexto), cuatro cornicortos (primero, segundo tercero y sexto), un destartalado (quinto), 2 sin movilidad (primero y segundo), 2 muy cuidados en varas (segundo y sexto), otro par pegajosos (tercero y sexto), 2 débiles de remos (segundo y sexto), 2 que se fueron quedando (cuarto y quinto), y 1 mañoso (sexto), que quitó capotes, desarmó subalternos y rasgó telas de percal.

Manos adoloridas, muñecas lesionadas, tobillo resentido, capotes rotos, lesiones de corrida dura de plaza de Cenicientos ocasionados, esta vez, por los aparentemente inofensivos terciaditos de Gutiérrez.

Todo fuera de sitio, solo contradicción.

A Ponce no le valió saber consentir, ni al Juli su completo vademécum.

A Enrique le dieron 1 oreja por una faena de tres series fuera de cacho, haciendo girar al toro pegado de los cuartos traseros.

Los mejores muletazos no los hicieron las figuras sino Juan de Castilla, el aprendiz.

Al segundo cartel más costoso de la temporada nacional le asignaron un encierro indigno mientras los jóvenes en las otras corridas se tragaron lo más duro.

Ponce fue lances y afectos. El Juli, tauromaquia de Baldor, esta vez inoperante.

El Juli no pudo desquitarse del Ponce de Manizales y Juan de Castilla estuvo a una espada de coronarse triunfador de la feria.

Plaza llena, tarde gris.

Preocupa el bajón que en las últimas 3 temporadas presentan las maquinitas de embestir. Los hijos de Flor de Café, su semental estrella, ya no demuestran la misma productividad.

Cuando las maquinitas de embestir entran en corto circuito, la pobreza del fenotipo sale a relucir con más intensidad. Y es imposible no entrar a juzgar. A las figuras porque las imponen, al veedor porque sabía qué estaba reseñando, a la junta técnica por complaciente, al criador por limpiar sus corrales y al sistema por permitirle a las estrellas semejante estado de confort.

Esta vez no hubo un triunfador claro. Sí un perdedor, la afición. Feria sin faenas de dos orejas. El voto en blanco es tendencia en las urnas. El rey, esta vez, no será Ponce, ni el Juli ni Roca…

Síntesis del Festejo

Medellín, 27ª Feria de la Macarena. Sábado, 17 de febrero. Cuarta corrida. Tarde fresca y gris. Lleno en el sector de la plaza habilitado. Se lidiaron toros de Herederos de Ernesto Gutiérrez Arango (Santa Coloma y Murube), justos de presentación, de juego y, en tres casos, de edad. Tres pitados, uno abroncado, uno silenciado y otro aplaudido. Con fondo los tercero y sexto; los demás con poca movilidad y bravura. Enrique Ponce: saludo tras aviso y pitos al toro; 1 oreja. El Juli: silencio y silencio. Juan de Castilla: saludo tras tres avisos y 1 oreja.

Imágenes para el recuerdo: la de las dos figuras, Ponce y Juli, bregando al tercero para que Juan de Castilla pudiera descabellar. Y la de Juan de Castilla obliando a saludar en medio del llanto.

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