Redacción: Juan Guillermo Palacio
Un torero debutante, pálido y escuálido, con una sonrisa de niño inocente y fiel, fue capaz de domar e hipnotizar las fieras, un encierro bronco y fuerte de Paispamba que puso caballos, muletas, capotes, castoreños y monteras a volar.
Manizales – Colombia. Tarde de primer tercio. A la antigua. De picadores desmontados (hasta Viloria) y banderilleros a la fuga buscando trinchera en medio de las ráfagas.
Solo Román fue capaz de encarrilar al tren. Como una proyección de su personalidad volcánica y gravitacional, su tauromaquia es un juego de trucos de magia, ensayo y error. Los saca de la maleta como un tegua que receta pomadas y jarabes en desorden y con imaginación. Román puede pasar de dar unos derechazos rompedores a izar la bandera de la muleta para ligar faroles y manoletinas inesperadas con tal de agradar.
Para inventar artilugios que sostengan el interés, como lo hizo con el segundo, y aplacar los ánimos pendencieros de un toro como el quinto, un cordero disfrazado de lobo al que le quitó el disfraz, hay que saber pensar. El valenciano es un culebrero que embrujó a los habitantes de una tierra de colonizadores de selvas, domadores de serpientes y fieras, de comerciantes de ungüentos milagrosos y vendedores de humo.
Sus dos compañeros de ventas, Leandro de Andalucía y Juan de Castilla, no tuvieron los mismos recursos para convencer, pero sus tauromaquias, de pocas corridas, sacaron lo mejor para enfrentar con dignidad el peligro soterrado de la mansedumbre.
Juan de Castilla estuvo a punto de cortar una oreja. Su sexto toro, el jabonero, tuvo un bajón repentino después de un comienzo ilusionante. Hubo un corte inesperado en la narración, que el de Castilla supo librar con una faena sacada también de la manga. Tal vez la decisión de recibir al toro en la suerte final y el efecto tardío de una estocada tendida le enfrió esa ebullición que había sabido mantener en el tendido con habilidad.
Leandro de Andalucía pechó con el peor lote. Locomotoras paradas, sin carbón. Su sólida formación le permitió enfrentar los riesgos con tranquilidad, reposo y estabilidad. Se dice fácil…
Varios banderilleros se hicieron a galones de honor. El gordo Franco (120 kilos) se jugó su vida y las de sus descendientes poniéndole un par a un tren desbocado a alta velocidad. También el Piña y Pineda, Devia y Chiricuto, Pinocho y Giraldo… héroes que se jugaron la vida sabiendo de antemano que las locomotoras no iban a atender capotes ni a frenar.
Los seis toros enfrentaron con carácter las varas de picar. Se echaron encima el peso de las cabalgaduras y pusieron a dos varilargueros a volar (el jabonero metió la doble y se llevó al percherón hasta los medios sin pagar peaje).
Tarde de emociones y pitones fuertes. De gaznate sin saliva. De fieras sin jaula y jóvenes como carne de cañón.
(Un veterano figurón puede dar fe de lo aquí escrito pues lo vio todo desde el callejón. Mañana y el sábado toreará un encierro de Gutiérrez).
Síntesis del festejo:
Temporada 63 de la Feria de Manizales. Miércoles 10 de enero del 2018. Cuarta corrida. Día soleado y azul. Casi lleno. Se lidiaron toros de Paispamba (Torrestrella), serio, bien presentado, armado y astifino. Toros de primer tercio. Leandro de Andalucía: silencio y palmas. Román: 2 orejas y palmas tras aviso. Juan de Castilla: silencio y palmas.
Mañana será el festival nocturno. Se lidiaran novillos de Ernesto Gutiérrez para Enrique Ponce, Pepe Manrique, El Juli, Sebastián Castellá, Luis Bolívar y el peruano Roca Rey