Redacción: Cultoro.com – Web Aliada
En la actualidad residía en Galicia junto a su mujer desde que se jubiló en la escuela taurina de Madrid hace tres años; salió en nueve ocasiones por la Puerta Grande de Madrid.
Madrid – España. El maestro toledano Gregorio Sánchez ha muerto este jueves a los 90 años en su domicilio por causas naturales. En la actualidad residía en Galicia junto a su mujer desde que se jubiló en la escuela taurina de Madrid hace tres años. Aún no se sabe si se instalará capilla ardiente en Madrid.
Nació en Santa Olalla (Toledo) el 8 de mayo de 1930. Su debut en un festejo con picadores tuvo lugar en la plaza de Guadalajara, el día 15 de octubre de 1952. Dos años más tarde, ante los éxitos que jalonaban su prometedora carrera taurina, compareció por vez primera, en calidad de novillero, en la plaza Monumental de Las Ventas (Madrid). Esta presentación tuvo lugar el día 8 de octubre de 1954.
Cuando creyó que había llegado el momento de doctorarse como matador de toros, se presentó en las arenas de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Era la tarde del 1 de abril de 1956, fecha en la que hizo el paseíllo acompañado del coletudo madrileño -aunque nacido en Caracas (Venezuela)- Antonio Mejías Jiménez («Antonio Bienvenida”), y del diestro mejicano José Huerta Rivera («Joselito Huerta”), que comparecía en calidad de testigo. «Bienvenida”, padrino de tan señalado evento, cedió a Gregorio Sánchez los trastos con los que había de dar lidia y muerte a estoque a un morlaco perteneciente a la ganadería de don Joaquín Buendía.
El día 14 de julio del año siguiente, en las arenas madrileñas del coso venteño, Gregorio Lozano Sánchez se vistió de luces para confirmar su doctorado en tauromaquia. Venía apadrinado por el espada venezolano César Antonio Girón Díaz «(César Girón”), quien, en presencia del matador Alfonso Merino (que hacía las veces de testigo), le cedió la lidia y muerte a estoque de un astado perteneciente a la vacada de don Antonio Pérez de San Fernando.
El reconocimiento de la afición no tardó en llegar a Gregorio Sánchez, quien, tras vestirse el traje de luces en sesenta y una ocasiones durante esta temporada de su confirmación, acabó encabezando el escalafón de matadores de toros en la campaña siguiente (1957, con un total de setenta y tres corridas lidiadas), y también en la de 1958 (con ochenta y siete festejos toreados). Además, su fama de lidiador valiente y poderoso se había extendido hasta Ultramar, ya que había dado cumplido remate a estas dos temporadas toreando en varios reputados cosos de Hispanoamérica (Perú, México, Venezuela y Colombia).
Tras haber firmado sesenta y cuatro contratos en la campaña de 1959, en la de 1960 no compareció ante la primera afición del mundo durante el ciclo de la Feria de San Isidro. Sin embargo, esta ausencia, lejos de preludiar su decadencia, vino a espolear a Gregorio Sánchez: el día 19 de junio de aquel mismo año se anunció como único espada en la corrida que, a beneficio del Montepío de Toreros, había de verificarse sobre el ruedo de la Monumental de Las Ventas. El aguerrido diestro toledano redondeó una tarde espléndida, cortando siete apéndice auriculares a un encierro de don Jesús Sánchez Cobaleda. Al acabar esta temporada de 1960, Gregorio Sánchez había intervenido en un total de sesenta y dos festejos.
A partir de la temporada siguiente, el número de ajustes que se le ofrecían fue disminuyendo progresivamente: en esta campaña de 1961 lidió cincuenta y seis corridas, cuarenta y cuatro en la de 1962, treinta en la de 1963, dieciséis en la de 1964 y once en la de 1965. En 1966 pareció que estaba dispuesto a poner coto a la caída en picado que experimentaba su andadura torera, máxime después de que, el día 14 de abril, se encerrará en solitario en la plaza de Vista Alegre con un encierro de siete bureles. No obstante, y aunque aquel año llegó a cumplir veintiún contratos, Gregorio Sánchez nunca llegó a reconquistar las cotas cimeras que antaño ocupara en el escalafón: en 1967 lidió dieciocho corridas, veintidós en 1968, dieciséis en 1969, treinta en 1970, diez en 1971, cinco en 1972, y otras cinco en 1973, año en que dio por concluida su carrera de matador de toros.
Para cortarse la coleta, el día 30 de septiembre de dicho año anunció la gesta de encerrarse en solitario con seis toros en Las Ventas; y aunque mató los seis morlacos anunciados (pertenecientes a la ganadería de García-Aleas), e incluso el sobrero (del hierro de García Ibáñez), no tuvo la fortuna que, para este broche de oro, estaba reclamando el conjunto de su extraordinaria andadura torera. Sin embargo, Gregorio Sánchez no se retiró del toreo con mal sabor de boca, ya que en ese mismo año de 1973, en reconocimento de las gestiones que había realizado en pro del Montepío de Toreros, recibió las insignias de la Orden de Beneficencia.
Una vez retirado del ejercicio activo del toreo, Gregorio Sánchez no quiso abandonar por completo el planeta de los toros y aceptó el cargo de Director de la Escuela de Tauromaquia de Madrid. Desde allí, aprovechando el tirón de lanzamiento de alguna figura en ciernes (v. gr., su paisano Juan Carlos Collado García, «El Niño de la Taurina”), asumió funciones de apoderado y siguió, así, frecuentando los diversos entornos de la Fiesta.