Redacción: Marco A. Hierro – Cultoro.com -Web Aliada – Foto: Javier Fernández
El extremeño profundiza con Cultoro en su personalidad y en las circunstancias que han convertido la de 2016 en la temporada más dura de su carrera.
Madrid – España. Puntual, Miguel Ángel nos espera a la puerta de «Los Cansaos”. Un largo camino deja tras de sí Olivenza y, a caballo entre la Villareal extremeña y la dehesa lusa, yace la finca en la que ahora descansan los sueños partidos de Capea y de un torero que mira hacia La México el próximo domingo. En familia. Con su gente. Entre los suyos. Así es Miguel Ángel, el Perera que se viste de torero para hacerle frente a un novillo de Ricardo Gallardo y dos vacas de su suegro, Capea, en la bella placita que aguarda su hogar. Y después, cuando el alma de los millones se ha roto con ese animal dejando atrás la técnica de los céntimos, habla de su 2016:
«He sentido esta temporada como la más dura, la más rara también, porque hubo circunstancias que no las esperaba. Sentí un parón. Se cerraban Ferias, se contaban con toreros y conmigo no. Es cierto que hay otros compañeros también figuras, la inclusión de toreros jóvenes que vienen arrollando, pero después de once años de alternativa, después de conseguir lo que he conseguido en el toreo, todo eso me causó sorpresa. Pero me dije para mí que no pasaba nada, que otra vez a empezar, otra vez al cuartel general del campo y otra vez a ser fuerte de mente. Ha sido una temporada de nunca decaer y también de confianza: cuando uno tira la moneda la puede cambiar y así ha sido: cuando peor han estado las cosas ha salido el mejor Perera”, señala emocionado el extremeño.
No debió ser fácil ver cómo desde Olivenza hasta Sevilla y la doble tarde madrileña las cosas no salían. No le dejaban las circunstancias y así lo reconoce: «Creo que he demostrado ser un torero con capacidad grande, con oficio y técnicas aprendidas. Soy capaz de matar una corrida sin correr. Por mi autoexigencia y por el nivel que he marcado, ese punto de más es el que busco. Cuando no estoy con ese punto de redondez, cuando no encuentro esa pequeña diferencia de estar bien a estar espléndido, todo se hace cuesta arriba. Incluso toreando pocas corridas fue la de 2014 una temporada redondísima para mí. En esta no he querido cortar orejas porque sí sino encontrarme en ese punto en el que hablan de ti de una forma especial”, afirma.
Madrid marca a todos los toreros y el 14 lo hizo con Perera. Las corridas de Victoriano del Río y Adolfo Martín lo alzaron a la gloria capitalina, pero un vaivén en el 15 y el cornalón de Salamanca intentaron arrebatar un nombre que él mismo se ha encargado de hacer respetar. «Pasó lo de Valencia, que no me anunciaron en Fallas, y también estuve a punto de ir a Arles y finalmente no fui. Reaparecía en Olivenza y corté una oreja al primero pero tampoco fue esa tarde que tú sueñas. Pasó Madrid y no tuve la sensación de haberme venido abajo, porque al poco tiempo toreé los seis toros de Asprona, luego tuve cuatro corridas en plazas de segunda importantes en junio de las que salí a hombros. Me encontré a gusto. Posiblemente no con la redondez que luego he tenido de mitad de temporada hacia adelante, pero encontrándome a gusto y no sintiéndome incómodo en la plaza. Llegué a Pamplona conseguí tomar moral, San Fermín supuso una reivindicación del sitio que siempre he defendido, aunque no se refrendó con la espada, que ha sido el punto más negro de mi temporada”, confiesa Miguel Ángel.
También reconoce haber estado frío en algunos momentos de su campaña: «Yo no entiendo el toreo para fingir o mostrar algo que no sientes. En muchos casos he sentido cosas delante del toro que después no se han percibido arriba. A lo mejor he sido frío en algunas ocasiones en las que no he estado a gusto. La técnica tapa la dificultad estando frío y eso tampoco trasciende arriba, y eso me ha perjudicado muchas veces porque no me sale hacer otra cosa”, asegura.
El Perera que muchas veces se percibe en la calle puede no ser en muchas ocasiones el Miguel Ángel real. Identificó parte de la afición esta temporada un torero más feliz, no el peleado con el mundo que otras campañas el extremeño ha exteriorizado. «Cuando a uno le fluyen las cosas y está feliz, todo parece ser de otra manera. Cuando entras en esa dinámica y esa racha de que las cosas no salen como realmente tú quieres, siendo una persona perfeccionista, eso te afecta mucho más. Mi carácter se resiente cuando las cosas no van tan rodadas como necesito. Cuando antes eras más joven, aceptabas más otras cosas. Con el paso del tiempo te vas volviendo más tuyo, más selectivo en todos los sentidos y sobre todo con la exigencia con la que yo vivo mi profesión necesito sentir esa armonía de que todo va con el ritmo que quiero”. Abre su interior el torero.
Salamanca cambió su vida. La suya y la de los aficionados que allí vivieron la fatal cornada, que finalmente fue sólo un trance por unas manos de otro mundo que salvaron su vida. «Fue la cornada más dura de mi carrera, así como la recuperación. Aunque de la cornada de Madrid me intervinieron por cinco veces para cerrarla definitivamente, no sentía dolor. Pero esta de Salamanca fue brutal. Cuando lees el parte te asustas. Gracias a Dios no tocó nada grave. Te impresiona. En el proceso de recuperación me puse a andar y hacer ejercicio, y fue una frustración porque no arrancaba desde el punto cero, sino el menos cero. Andabas tres kilómetros y estabas fatigado. Habías perdido elasticidad. Ahora sólo queda cicatriz, pero perdí masa muscular, físico… perdí casi todo, menos afortunadamente el sitio”.
Y no perdió la paciencia el torero que sabía iba a recuperarse de ese mal capítulo de su trayectoria para volver a ser el torero que soñaba. «Increíblemente, dos semanas antes de la fecha de Lima fui a Garcigrande, tenté una becerra y eché un toro, y el sitio con el que estuve no era el mismo con el que me fui pero casi. Eso sí, por dentro estaba destrozado, muy por debajo del nivel físico que necesita mi toreo. Era de esperar después de mes y medio parado, pero fue una frustración muy grande porque yo tenía el objetivo de Lima y desgraciadamente no llegué”,señala.
Es momento del pasado y presente. Antes de partir plaza en la primera plaza de América este domingo, analiza su 2016 hasta Zaragoza. Y se queda con lo mejor. «Más que de faenas, ha sido una temporada de momentos. Hay momentos de la faena al toro indultado en Cuenca, increíbles, también me quedo con momentos de la tarde de Palencia, con momentos del toro de Montalvo en Salamanca, con momentos de la tarde de Murcia y de la de Pamplona. Momentos porque una faena completa no la he tenido por esa obsesión mía. Hay muletazos que siento esta temporada, de los que cuestan mucho pegar uno igual, como los de la tarde de Adolfo en Santander”. Y echa en falta cosas: «Posiblemente haya echado en falta un punto más de entrega algunas tardes, buscar marcar la diferencia. Por unos motivos u otros no ha sido así”.
No es fácil seguir sorprendiendo con el abanico tan inmenso de toreros, de conceptos, de hierros a los que hacer frente, de diversidad de públicos y Ferias que ya conocen a la cumbre del escalafón. Pero es optimista Perera. «Si de algo me sirvieron las circunstancias de 2012 fue para conocer el mejor Perera, el más expresivo. Fue una temporada corta, la más corta de mi carrera quitando el año de la alternativa, y cada tarde era un reto. Fue una temporada en la que conseguí llegar a ese punto de entrega, de torear espatarrado, de dejar media muleta en el suelo… de buscar el punto de diferencia en esas faenas redondas de entrega total y absoluta. No es fácil, porque no todos los días tienes el cuerpo igual, por eso llegar a esa entrega es difícil. Esta he echado a veces en falta que el cuerpo llegue a ese punto de entrega algunas tardes en las que te da casi igual por donde pase o venga el toro”.
¿Y el futuro? ¿El qué será de nosotros y de la tauromaquia dentro de una década? ¿El cómo pensará y qué exigirá el aficionado dentro de unos años a los que ahora se baten el cobre en el escalafón menor? Lo explica Perera. «Sobre todo lo que más me da que pensar es en las nuevas generaciones, en los novilleros que están llegando y están empezando. ¿Hacia dónde va a ir el toreo? ¿Qué van a tener que hacer ellos que no se haya hecho ya para ascender y funcionar en esto? A mí me queda, pero el toreo ha llegado a un punto de perfeccionamiento que, aun teniendo la mente abierta, es difícil sorprender. El toreo camina hacia cosas impensables en momentos impensables”, rubrica.